Este principio hace referencia a la necesidad
de aplicar constantemente estímulos diferentes y variados durante el
entrenamiento para conseguir el máximo rendimiento. Si todos los días un
deportista realiza el mismo entrenamiento, con la misma intensidad, duración,
materiales, etc. El cuerpo del deportista llegará un punto en el que esté tan
acostumbrado y adaptado, que dicho entrenamiento no supondrá ninguna mejora. Incluso
pudiendo suponer todo lo contrario, un retroceso.
Como
dijimos en la anterior entrada, si un sujeto mantiene la misma carga durante un
largo periodo de tiempo lo que se producirá es un estancamiento. Para evitar
este temido estancamiento, podíamos aumentar la dicha carga de forma progresiva
y/o variar los ejercicios que empleamos en nuestra sesión. Y en eso es
precisamente en lo que consiste el principio de variabilidad, en variar los ejercicios
cada cierto tiempo.
Dicho
esto, si usamos durante un largo período de tiempo los mismos ejercicios o
realizamos la misma rutina, se producirá una acomodación o estancamiento y
nuestras mejoras disminuirán o simplemente se paralizarán.
¿Cómo evitar el
estancamiento?
Los programas de entrenamientos deben “VARIAR”, pero ojo,
tampoco hay que volverse locos y cada día realizar uno totalmente diferente. Es
decir, no debemos perder de vista nuestros objetivos y no desviarnos de otro
principio, que comentaremos en una futura entrada, como es el principio de
especificidad.
Llegados a este punto, tenemos una paradoja: debemos variar los
entrenamientos lo suficiente como para no estancarnos a la vez que no nos
desviamos de nuestros objetivos. He aquí uno de los grandes quebraderos de
cabeza de los entrenadores.
Un programa de entrenamiento debe ser variable para evitar el
estancamiento y estable para satisfacer el principio de especificidad
¿Qué podemos hacer?
Para evitar el temido estancamiento, lo que vamos a hacer es
modificar nuestro entrenamiento de forma periódica, es decir, variar cada
cierto tiempo la forma de entrenar. En principio, hay dos formas de modificar
nuestro programa de entrenamiento:
- Cuantitativa: cambiando
las cargas de entrenamiento
- Cualitativa: cambiando los ejercicios
Mi consejo, de forma general, es que mantengáis vuestra rutina
de entrenamiento al menos 3 o 4 semanas para poder beneficiaros al máximo de
las adaptaciones que ésta producirá. Una vez transcurrido este tiempo, podéis cambiar
algunos ejercicios, número de series, de repeticiones, etc.
Como he dicho anteriormente, no se trata de perder el norte y
pensar que si haces más de 3 meses seguidos press de banca te vas a estancar y
no vas a progresar, no. Se trata de periodizar nuestro entrenamiento, mantener
los ejercicios básicos que serán los que más eficientes, ir variando los
ejercicios secundarios o accesorios y el tipo de rutina (full body, torso
pierna, empuje tracción, weider). En resumen: aplicar el principio de variabilidad
a tus entrenamientos.
Cambiar de rutina de manera habitual
El cambio de rutina cada cierto tiempo es esencial a la hora de seguir evolucionando en los entrenamientos. Como hemos comentado en infinidad de ocasiones, los músculos terminan acostumbrándose a una rutina y los ejercicios dejan de surtir el efecto deseado. Por ello es necesario variar. De este modo lo que conseguiremos será sorprender de nuevo al músculo con nuevos ejercicios que involucran a nuevas fibras. Llevar a cabo esta máxima es esencial a la hora de seguir una evolución. El tiempo recomendado de manera habitual para variar las rutinas es por lo menos una vez al mes, aunque hay personas que realizan cambios cada semana.
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